Dhampir by J.C. Hendee & Bard Hendee

Dhampir by J.C. Hendee & Bard Hendee

autor:J.C. Hendee & Bard Hendee [J.C. Hendee & Bard Hendee]
La lengua: spa
Format: epub
editor: La Factoria De Ideas
publicado: 2012-11-28T05:00:00+00:00


10

Rashed se paseaba por el interior de la cueva que había debajo de su almacén tan agitado que casi era presa del pánico. Había corrido a casa para encontrarse con Teesha y Ratboy, pues había supuesto que Ratboy también habría corrido a casa, para llevarlos a algún lugar seguro. La cazadora le había visto la cara con claridad, no había duda, y muchos de los habitantes del pueblo lo conocían, o sabían que era el dueño del almacén. Solo quedaban unos momentos para que saliera el sol, y no solo seguía sin aparecer Ratboy, sino que había regresado a casa para ver que Teesha también se había ido.

¿Había ido a buscarlos o habría puesto a Ratboy a salvo ella misma? Ambas posibilidades encajaban con la naturaleza de Teesha, pero no podía estar seguro. Rashed se acercó al extremo más profundo de la cueva, listo para regresar y buscar a Teesha, pero podía sentir la hora que era. Después de tantos años en la noche, cualquier vampiro se daba cuenta de la hora y del movimiento oculto del sol. Cualquiera que no hubiera logrado adquirir tal destreza ya hacía mucho que se habría quemado hasta convertirse en cenizas a la luz del sol. Rashed sabía que el sol comenzaba a salir por el horizonte, y por eso se detuvo, a punto de marcharse y se puso a pasearse arriba y abajo otra vez en la oscuridad.

¿Dónde estaba Teesha?

Rashed había construido su mundo con sumo cuidado en un lugar en el que pudieran vivir y prosperar, alimentarse juiciosamente y no correr riesgos de ser descubiertos. Era hogar suficiente, pero no sin Teesha. Con el tiempo, hasta albergaba esperanzas de que se viera libre de ese espectro que tenía por marido que se le había pegado en la otra vida. ¿Y si Teesha había ido a buscarlos a Ratboy y a él y se había quemado con la luz del sol? Entonces sería mejor que Ratboy se hubiera quemado con ella, o Rashed lo iba a despedazar muy despacito, parte por parte, durante largos años sin sangre, no le dejaría morir por segunda vez nunca.

También condenaría a la cazadora a la tortura eterna. Y qué tonto había sido él mismo.

La sangre manaba de la herida que Rashed tenía en el hombro y no podía mover el brazo izquierdo con facilidad. Tenía una fractura limpia en la clavícula. La herida superficial de su pecho también le estaba calando la guerrera. Cada herida quemaba como si las hubieran impregnado con los óleos benditos de un cura. Las heridas no le estaban cicatrizando en absoluto. Rashed recordó el pánico de Ratboy cuando regresó de su lucha con la cazadora en la carretera, y él sabía que tendría que alimentarse muy pronto para poder curar sus heridas.

Le había dicho a Ratboy que nada de ruidos. ¿Acaso era un concepto tan difícil de entender? En cuestión de segundos había perdido el control de su lucha con la cazadora y Ratboy se las había ingeniado para alertar a toda la casa.



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